Freedom! 90: Cuando George Michael salió del armario sin que nadie se diera cuenta

El videoclip dirigido por David Fincher marcó una década, inauguró una manera de comprender el cine, la música pop y la moda y además contaba sutilmente la tortuosa historia de su cantante.

Linda Evangelista en el videoclip 'Freedom! 90'.

D. R.

En 1990 George Michael era la mayor estrella del pop del planeta junto con Madonna y Michael Jackson. Pero decidió dinamitar su imagen pública con el videoclip de Freedom: él no aparecía en un solo fotograma y, en su lugar, las cinco top models más importantes de la época hacían el playback de la canción. Aquel vídeo de David Fincher acabaría definiendo la estética, la femineidad y el espíritu de los 90, pero con el paso de los años se revelaría además como el manifiesto de un artista atrapado por su propio éxito y un hombre angustiado por su homosexualidad secreta.

George Michael jubiló Wham!, su dúo de chicle-pop junto a Andrew Ridgeley, con un lleno absoluto en Wembley en 1986. Su éxito les había llevado a ser la primera banda occidental en visitar China y hits como Wake Me Up Before You Go-Go, Careless Whisper o Last Christmas habían arrasado entre el público adolescente pero a la vez impidieron cualquier atisbo de credibilidad artística: Wham! eran percibidos, tal y como los describió el cantante de Dead or Alive Pete Burns, como “dos anuncios de pasta dentífrica con micrófonos”. Sus looks chillones (camisetas salmón, shorts azules, guantes amarillos), su energía de entusiasmo casi infantil (aquella camiseta corta que exlamaba “CHOOSE LIFE”, elige la vida) y su cursilería casi provocadora (ese signo de exclamación rematando su nombre era el detalle más ridiculizado por sus detractores) existen hoy en una cápsula de un pasado inexplicable. Si alguien en Venus pregunta cómo fueron los 80, la mejor respuesta posible es enseñarle un vídeo de Wham!.

En 1987, George Michael debutó en solitario con un sonido adulto (funky, por tanto explícitamente sexual) y una imagen virilizada. El videoclip de Faith reutilizaba iconos de la masculinidad americana: la chaqueta de cuero de Marlon Brando en Salvaje, las gafas de aviador de Tom Cruise en Top Gun, el tupé de James Dean, la barba de Don Johnson en Corrupción en Miami y los movimientos de cadera de Elvis Presley. En los 50, la televisión estadounidense había censurado aquellas sacudidas pélvicas pero en los libérrimos 80 la cámara se regodeaba en los primeros planos del trasero de George Michael. El escritor Paul Flynn define esta estética como “drag hetero”, pero a algunos no se les escapó que la chupa de cuero tenía unas ristras de perlas en el hombro. El cantante confesaría años después que estaba obsesionado con ser el artista más vendido en Estados Unidos. Lo consiguió.

El disco vendió 25 millones de copias, ganó el Grammy a Álbum del año y generó cuatro números 1, una hazaña hasta entonces solo lograda por la banda sonora de Fiebre del sábado noche una década antes. Tanto el álbum como el single Faith fueron los más vendidos de 1988, un doble triunfo que no había ocurrido desde Bridge Over Troubled Water de Simon & Garfunkel en 1970. “George Michael se tomaba el pop muy en serio. Era una estrella autorreferencial, algo poco habitual en el pop, lo cual hacía que ser fan suyo pareciese una especie de proyecto. Solía acompañar sus canciones con números, como si se tratase de Wagner componiendo El anillo del Nibelungo, y hasta un juguete bailable como I Want Your Sex se desarrollaba en tres partes” analiza Matt Thompson. Los referentes del cantante eran sofisticados, como la base rítmica de rock 'n roll Bo Diddley que marca Faith, y su música tenía pretensiones conceptuales: Faith arrancaba con un órgano de iglesia tocando la melodía de Freedom, un hit de Wham! de 1984, manifestando así un simbolismo de su transición adulta. George Michael compuso, produjo y arregló el disco entero. Y sin embargo el mundo asumió que no era más que una marioneta con estribillos pegadizos y el culo bien puesto. “Al terminar la gira de Faith me sentía desgraciado, porque ya sabía sin duda alguna que era gay. No se lo había dicho ni a mi familia, porque la crisis del sida estaba en pleno apogeo. No quería salir del armario de golpe, quería hacerlo con algún tipo de dignidad, así que se me ocurrió en empezar por deconstruir mi propia imagen” explicaría el cantante años después. Esta tensión generó situaciones tan paradójicas como sacar a su entonces novia, Cathy Jeung, y escribir “monogamia” en su espalda en el videoclip de I Want Your Sex (una canción dedicada a un hombre del que se había enamorado), cuando no directamente esperpénticos: en su dueto con Elton John Wrap Her Up, ambos hombres babeaban por mujeres como Marilyn Monroe, Grace Jones o Joan Collins.

Por eso en 1990 George Michael quiso ser todo lo honesto que podía ser un artista homosexual mainstream en 1990. Su segundo álbum, Listen Without Prejudice vol 1, incluía otra deconstrucción de Freedom. Si la canción original proponía una declaración de amor acorde con la masculinidad de los 80 (el romántico opresor: George intentaba convencer a su novia de ser monógamos cantándole “rechazo tu libertad”), su hija bastarda Freedom! 90 reconocía que todo lo anterior había sido una farsa. Para diferenciarla de la original, se le añadió al título un signo de exclamación y el año en el que se lanzó. En aquellos detalles ya comenzaba la declaración de intenciones: la exclamación era una referencia a la de Wham!, mientras que el número decretaba el inicio de una nueva década con todo el potencial que eso conllevaba. Una década que, sencillamente, no habría sido lo mismo sin el videoclip de Freedom! 90. [A partir de ahora, será referida con el nombre con el que ha pasado a la posteridad: sencillamente Freedom].

En enero de 1990 la edición británica de Vogue sacó en portada una fotografía de Cindy Crawford, Naomi Campbell, Linda Evangelista, Christy Turlington y Tatjana Patitz. Su autor, Peter Lindbergh, explicó que le habían pedido que capturase a “la nueva mujer de los 90”: “La idea era no fotografiar a mujeres demostrando su estatus social [una obsesión durante los 80], sino mujeres independientes que no necesitaban mirar a sus maridos. La foto resultó ser la novedad que todo el mundo ansiaba. La gente comprendió que representaba un mundo nuevo y diferente. Eran fuertes, inteligentes, felices y atléticas. Sabían en qué consistía ser mujer. Y a continuación llegó la explosión de las supermodelos”. Aquellas cinco bellezas naturales en blanco y negro supusieron una apuesta por el minimalismo después de los 80, la década más excesiva del siglo XX. La imagen causó sensación porque presentaba a las cinco supermodelos unidas, despojadas de todo artificio y mirando a la cámara con actitud relajada y seguridad en sí mismas, no enmarcadas por una decoración lujosa sino por un paisaje urbano. Aquella portada definiría la aspiración de la femineidad durante toda la década que acababa de empezar.

George Michael, que eligió como portada de Listen Without Prejudice vol 1 un detalle de una foto de Weegee de 1940, confesaba estar harto de su propia imagen. “Llega un punto de tu carrera en el que la situación entre la cámara y tú se invierte” afirmaba el cantante a los 27 años, “Durante unos años la cortejas y la necesitas, pero al final se convierte en una especie de relación sentimental y ella te necesita más a ti. Y en cuanto eso ocurre, deja de atraerte y empiezas a sentir que te está arrebatando una parte de ti. Me gustaría no ponerme delante de una cámara nunca más”. Este deseo, claro, resultaba incompatible con una industria musical que dependía por completo de la visibilidad en la MTV: era imposible triunfar si el canal musical no emitía tu videoclip. Si George Michael aún quería vender discos necesitaba propulsar su música con una pieza audiovisual atractiva. Y cuando vio la portada de Vogue, entendió que no había nada más atractivo que esas cinco mujeres. “El mensaje estaba claro” afirmaría Cindy Crawford años después, “La MTV había cambiado el panorama musical, de repente importaba el aspecto de los músicos. Y el vídeo tenía un humor negro: si basta con ser guapo para vender discos, pues pongamos cinco caras bonitas y ya está”.

David Fincher había revolucionado el arte del videoclip mediante una estética glamurosa, una imaginería sensual y un sentido de la narración que apelaba a los sentidos y no al cerebro. Vogue, Oh Father y Express Yourself de Madonna, She's Like The Wind de Patrick Swayze o Englishman in New York de Sting convirtieron a Fincher en el arquitecto visual de lo que hoy todo el mundo entiende hoy por “los 90”. El equipo de rodaje de Freedom incluyó a la estilista Camilla Nickerson (quien acabaría como editora de Vogue), que imaginó un estilo callejero y discreto para la ropa y “una belleza deshecha” para las modelos que contrastaría con la ostentosidad y el oropel recargados de los 80. El jersey negro de cuello vuelto que llevaba Linda Evangelista era de la propia Nickerson, cuyo novio le prestó las botas moteras que lucía Naomi Campbell. La mayor parte del presupuesto para ropa se empleó en la sábana de lino irlandés de 18 metros que llevaba Christy Turlington, la única exigencia explícita que Fincher le hizo a la estilista.

La premisa del videoclip contrastaba el glamour de las modelos con un loft semiabandonado. Su sensualidad producida con cierta soledad aburrida. Cada una de las mujeres escuchaba el CD de George Michael en su minicadena (por contraste, el videoclip de Faith empezaba con la aguja de un tocadiscos posándose sobre un vinilo), envueltas en una belleza decadente, melancólica y, por encima de todo, hedonista: ahora la belleza tenía un valor por sí misma y, a diferencia de en los 80, no estaba asociada al dinero sino al placer. La iluminación, en tonos azules y ámbar (la luz de la luna nunca brilló tanto como en los 90), le daba una textura de terciopelo a las imágenes que evocaba más el romanticismo del cine neo-noir que la euforia de videoclips de la MTV. Al tener como referencia cromática Blade Runner, Fincher decidió rodar en celuloide en vez de en vídeo.

“Las chicas no estaban interpretando personajes, sino a sí mismas” explicaría el legendario peluquero Guido, para quien aquel videoclip supuso su primer proyecto relevante, “Linda era divertida, Christy clásica, Cindy sexy, Tatjana la mujer fatal y Naomi la mujer fuerte”. Tatjana Patitz recuerda que los referentes de las modelos de la época eran estrellas clásicas como Audrey Hepburn, Grace Kelly o Ava Gardner. “Las modelos éramos conocidas por nuestros nombres de pila y, de repente, el glamour que personificábamos saltó a los videoclips y al cine. Éramos parte de la industria del entretenimiento” recuerda. En Freedom confluyeron las tres obsesiones del público en los 90: la música, la moda y el cine.

John Pearson, uno de los dos modelos masculinos del videoclip de Freedom, admira la capacidad de improvisación de Linda Evangelista (no la llamaban “el camaleón” en vano: se presentó en el set teñida de rubio platino porque ella y el fotógrafo Steven Meisel habían tenido ese arrebato durante una sesión el día antes): “Ese plano en el que Linda mete la cabeza dentro de su jersey es increíble y no estaba ensayado, ella sabía cómo usar su cuerpo para comunicarse de un modo elegante, nunca cutre ni cursi”. Para poner en perspectiva la dominación de las mujeres en aquella industria, todas cobraron 15.000 dólares por un día de trabajo (Evangelista fue la autora de la legendaria frase “No me levanto de la cama por menos de 10.000 dólares”) y el productor intentó que Pearson trabajase gratis, a pesar de que les había pagado a Evangelista y a Patitz un billete en el Concorde (el exclusivo avión supersónico) para ir y volver en el día. “Yo me estaba comiendo una naranja en el set y George y David vinieron y me preguntaron qué podrían hacer conmigo. Les dije que había visto una foto de Paul Newman apoyado en el marco de la puerta del Actor's Studio y en cinco minutos me habían construido una puerta. Luego me pidieron que siguiera comiéndome la naranja según cantaba la canción” contó Pearson, que peló aquella naranja con mucho más erotismo del que hace falta para pelar una naranja.

Normalmente, si una modelo aparecía en un videoclip (Christie Brinkley en Uptown Girl de Billy Joel, Turlington en Notorious de Duran Duran) su rol era el de “chica de los sueños” del cantante. Una evolución del arquetipo de la “rock chick” de los 60 y los 70 que, durante los 90, resucitaría con Pamela Anderson. Pero en el caso de Freedom ellas eran las estrellas. El éxito del video despertó la fascinación del gran público en torno a las top models, que durante aquella década se erigirían como los máximos ídolos femeninos en la cultura popular: cuando las actrices de Hollywood renegaron del glamour y se puso de moda “la chica de al lado” (basta con ver los looks en alfombras rojas de la época de Meg Ryan, Julia Roberts o Sandra Bullock), las revistas tuvieron que recurrir a las modelos para poder hacer portadas que evocasen la belleza inalcanzable, onírica y magnética de las starlets del Hollywood dorado. Pero eso no quería decir que las supermodelos fuesen solo perchas bonitas. Cada una de ellas tenía tanta identidad propia, como aquellas estrellas de cine del pasado. David Fincher armó una puesta en escena conceptual para cada una que potenciase su personalidad. Y por perverso que suene hoy, aquella era la mayor independencia que podía reclamar una mujer famosa en 1990.

George Michael quiso que este nuevo modelo de mujer ilustrase su propia declaración de libertad. En Freedom, el cantante lanzaba un mensaje sin subtexto alguno. Había referencias a Wham! (“Yo era la alegría de toda colegiala hambrienta y supongo que era suficiente para mí”), a su disco debut (“Para ganar la carrera, bastó con una cara bonita y una ropa nueva para los chicos de la MTV”) y a su insatisfacción con ambos (“cuando me di cuenta de por qué lado de la tostada me estaban untando la mantequilla cogí el cuchillo, pero cuando meneas el culo se dan cuenta enseguida y algunos errores están hechos para perdurar para siempre”). Pero sobre todo la canción proclamaba el inicio de una nueva etapa, entablando un diálogo directo con su público. “No voy a decepcionarte, así que por favor no me abandones, porque me encantaría seguir aquí. Tengo que tener fe en el sonido, es lo único bueno que tengo. Ya es hora de que os diga que hay otra persona que tengo que ser, espero que entendáis que a veces la ropa no hace al hombre”.

Además de su ausencia en el videoclip, lo cual convertía su voz en una especie de narrador omnisciente en aquel loft londinense, esa ruptura con su propia fama quedaba subrayada por la destrucción de los tres elementos claves del video de Faith: la chupa de cuero (que arde en los primeros segundos), la gramola y la guitarra (que explotan en sendos estribillos). Como maestro del pop, George estaba al tanto de la ironía: para que su mensaje contra la industria calase debía expresarlo a través de, precisamente, un hit musical.

En Freedom George Michael tocaba los teclados, el bajo, la guitarra, la batería (además de componer, producir y arreglar la canción). Y aun así el mundo seguía sin percibirlo como un músico. No se trataba de un prejuicio contra George Michael (que en parte sí, de ahí el título del álbum “Escucha sin prejuicios”), sino contra el pop en sí mismo: ni la crítica ni el público concebían que el pop pudiese tener sustancia, comentario cultural o siquiera complejidad. Pero aquel disco contaba mucho más de lo que nadie quiso escuchar en 1990 y su discográfica lo dejó morir porque tenía demasiadas baladas confesionales y solo dos temas bailables.

Listen Without Prejudice vol 1 es la gran disculpa de George Michael por estar dentro el armario. Un álbum en el que le daba la espalda a la fama, en el que se da cuenta de dónde le han llevado sus ambiciones vacías y a lo que ha tenido que renunciar por ellas” escribió Paul Flynn. El primer single del disco, Praying for Time, hablaba sobre la necesidad de ayudar a los más necesitados con pullas como “la caridad no puede ser un abrigo que te pones dos veces al año”. Cuando se reeditó en 2017, el crítico de Pitchfork Alfred Soto acertó a ubicar Listen Without Prejudice, vol 1 en su contexto social: “George entendía la música negra como el producto de la familiaridad con la muerte mezclada con las banalidades de la tierra: el amor, el sexo, el confort. Algo ocurrió aquel otoño entre los artistas dentro del armario. En octubre Neil Tennant y Chris Lowe lanzaron Behaviour, el disco más tranquilo de la carrera de Pet Shop Boys. La imparable pila de cadáveres que estaba dejando el sida hicieron, por el momento, que la bacanal se convirtiese en un gesto repulsivo de sentimentalidad”. Para George Michael ser honesto consigo mismo y parcialmente honesto con el público pasaba por dejar de cantar sobre salir de fiesta cuando en realidad no había nada que celebrar. (En 1993 la pareja del cantante, Anselmo Felepa, fallecería por complicaciones relacionadas con el sida).

Freedom se convirtió en un himno y arrasó en listas, pero Sony consideró los ocho millones que vendió Listen Without Prejudice vol 1 como un fracaso y el cantante demandó a la discográfica por no haber respaldado el proyecto como debía, acusándoles de tratarle “como a una pieza de software”. El disco nunca tuvo el segundo volumen que su título prometía y George Michael cedió tres de las canciones previstas para aquella secuela al disco benéfico en favor a las víctimas del sida Red Hot + Dance (incluido el hit Too Funky), un proyecto que Sony nunca quiso apoyar.

“Los 90 fueron una época de libertad creativa increíble, gracias a una generación de directores que crearon un nuevo lenguaje visual y a músicos que dominaban la conversación de la cultura popular. Fue Freedom lo que inauguró aquel periodo” asegura la expresidenta de MTV Judy McGrath. Meses después, Gianni Versace clausuró su desfile de la colección de otoño-invierno de 1991 con Crawford, Campbell, Evangelista y Turlington desfilando juntas, agarradas de la mano dando saltos y cantando Freedom. Crawford considera aquel instante el punto álgido de su carrera. El periodista Tim Blanks lo describió como “un momento de proporciones bíblicas para la moda”, mientras que Derek Blasberg señaló que fue “la cúspide de la alegría, los excesos y la fabulosidad de aquella era de la moda”.

“Freedom fue el antecedente seminal del grunge” señala el diseñador Zac Posen, “Al poner aquellas bellezas glamourosas en un espacio industrial con goteras cayendo del techo, la cazadora en llamas y los cuerpos desnudos, el glamour de los 80 transicionaba hacia algo mucho más crudo que estaba por venir”. El periodista David Hyland coincide con Posen y opina que contratar supermodelos para vender una canción representa la apoteosis del consumismo, una especie de despedida hiperbólica a una época (los 80) de crecimiento económico insostenible. “Michael fue el profeta accidental de la revolución que se avecinaba. En cuestión de meses Nirvana, el grunge y el rock alternativo pusieron patas arriba el orden establecido por el pop. El glamour y la ambición profesional desaparecerían por completo de la escena musical, quedando relegados en favor de artistas que enfatizaban la autenticidad y la integridad artística. Esta mutación del paradigma fue tan dramática que uno no puede evitar pensar que George Michael la encontró satisfactoria. Él se había atrevido a expresar sus opiniones en una época que suprimía esas opiniones porque se las consideraba malas para el negocio”. (En 1992, un año después del lanzamiento de Nevermind de Nirvana, Marc Jacobs adoptó la estética grunge y las modelos “atléticas” fueron perdiendo trabajo en favor de las chicas sin curvas que representaban el “heroin chic” como Kate Moss).

“George decía que nos iba a convertir en estrellas con el vídeo y yo le respondí 'por favor, ¡ya lo somos!'. Quién iba a decirme que hoy, cada vez que conozco a alguien, me mencionan aquel videoclip. Eso es lo que recuerdan de mí. Así que sí, George tenía razón” admite Linda Evangelista. Con el paso de los años, las modelos perdieron su relevancia y las actrices volvieron a glamourizarse (animadas por la editora de Vogue Camilla Nickerson). En 1997 Gianni Versace fue asesinado en la puerta de su casa de Miami, un suceso que simbolizó el final de aquella celebración del placer, la belleza y las personalidades. La vida real interrumpió la fiesta de la fabulosidad.

En 1998 George Michael salió del armario (o mejor dicho, lo sacaron a empujones) sin la dignidad que tanto había tratado de proteger: un policía le tendió una trampa en un lavabo insinuándosele y, cuando el cantante le siguió el juego, lo arrestó por escándalo público. George Michael se convertía así en una fábula con su propia moraleja que parecía advertir a los gays de todo el mundo que, a pesar de su progresiva integración en la sociedad, ser marica todavía podía arruinarte la vida. La carrera del cantante conoció un par de éxitos más pero una vez terminados los 90, la década que él ayudó a construir, el mundo lo relegó a la categoría de vieja gloria. Y allí se quedó hasta su muerte en 2016 a los 53 años. La mayoría del público lamentó aquella pérdida con Last Christmas, porque es el único villancico compuesto en los últimos 50 años que ha trascendido (aparte, claro, de All I Want For Christmas Is You de Mariah Carey) y porque el cantante falleció un 25 de diciembre. Pero muchos prefirieron desempolvar aquel otro videoclip, tan moderno que nunca ha pasado de moda. George Michael lamentaba en Freedom que algunos errores están hechos para perdurar para siempre. Por suerte, a veces, algunos aciertos también.

Artículo publicado originalmente el 20 de septiembre de 2020.